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El idioma aymara: lengua originaria ante el riesgo de perderse

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El aymara, una lengua empleada por más de dos millones de individuos en la zona andina, simboliza una de las manifestaciones culturales más antiguas en América del Sur. Aunque está presente en naciones como Perú, Bolivia y Chile, su estado actual es visto como vulnerable por los expertos, debido a elementos como la discriminación histórica, la limitada transmisión entre generaciones, y la ausencia de políticas educativas eficientes. No obstante, su riqueza en el ámbito lingüístico, su estructura gramatical particular y su variedad territorial hacen del aymara un idioma de significativa importancia cultural y antropológica.

Un conjunto de idiomas que van más allá de un único sonido

Contrariamente a la creencia popular, el aymara no es un solo idioma, sino una familia de lenguas. Esta familia comprende actualmente dos idiomas principales: el jaqaru, que cuenta con solo unos pocos cientos de hablantes en la región montañosa de Lima, y el aymara sureño, que se habla en las áreas del altiplano del sur de Perú, Bolivia, el norte de Chile y, en menor grado, en el sur de Ecuador y el noroeste de Argentina.

El jaqaru, también conocido en su variante como cauqui, se encuentra en peligro crítico de desaparición. La escasa cantidad de hablantes, en su mayoría personas mayores, y la falta de conocimiento público sobre su existencia incluso en regiones donde se habla, evidencian la necesidad de estrategias urgentes de preservación. El aymara sureño, por su parte, mantiene una presencia más estable, pero enfrenta desafíos similares en cuanto a su vigencia entre las nuevas generaciones.

Una estructura lingüística singular y desafiante

Uno de los aspectos más distintivos del aymara es su carácter aglutinante. Esto significa que una sola palabra puede reunir múltiples componentes gramaticales a través de la adición de prefijos, sufijos e infijos. Así, pueden formarse palabras de más de 30 letras que expresan ideas complejas, incluyendo sujeto, tiempo, modo y número, en un solo término.

Este rasgo no solo lo distingue de manera significativa del español, sino que también lo coloca en la misma categoría tipológica que otros idiomas como el quechua, el japonés o el turco. La gramática del aymara facilita la expresión de ideas de forma resumida, haciéndolo un idioma sumamente eficiente, aunque complejo para aquellos que no lo tienen como lengua nativa.

Además, presenta particularidades fonéticas como la eliminación de vocales cuando varios sufijos se unen, lo que puede dar lugar a palabras con secuencias de consonantes difíciles de pronunciar. Su estructura sintáctica también difiere del español, ya que el sujeto suele ubicarse al final de la oración, una característica compartida con el inglés.

La transmisión oral y la diversidad territorial

Aymara es un idioma caracterizado por su rica tradición oral. A lo largo de los siglos, el conocimiento cultural, religioso y social se ha compartido sin registros escritos, complicando su documentación formal. No fue sino hasta la segunda mitad del siglo XX cuando se iniciaron investigaciones académicas para sistematizar su gramática y fomentar su uso escrito, un trabajo que sigue en marcha con la recopilación de conocimientos comunitarios.

Otra característica relevante del aymara es su variación geográfica. Aunque el aymara sureño se considera una lengua común, presenta diferencias dialectales entre regiones. Por ejemplo, en la región chilena de Tarapacá se utiliza un léxico distinto al que se habla en zonas del altiplano boliviano como Oruro o La Paz. En Perú, las variantes predominantes se encuentran en los departamentos de Puno, Tacna y Moquegua.

Las discrepancias no obstaculizan el diálogo, sino que muestran la influencia de los idiomas locales y la manera en que el idioma se ajusta a contextos sociales y culturales particulares. Es un fenómeno parecido al observado en otras lenguas, como el español, que también exhiben variaciones según la región pero mantienen una coherencia comunicativa.

El prejuicio y el porvenir del idioma aymara

Pese a su vasto patrimonio lingüístico e histórico, el idioma aymara se encuentra con barreras sociales que ponen en riesgo su supervivencia. Numerosos hablantes, sobre todo en entornos urbanos, esconden su dominio del idioma debido al temor a ser objeto de discriminación. Este hecho, resultado de generaciones de exclusión cultural, ha provocado un sentimiento de inferioridad y ha dificultado el paso del idioma a las nuevas generaciones.

Además, la carencia de educadores preparados para impartir enseñanza desde un enfoque intercultural, junto con la limitada presencia del idioma aymara en entornos educativos formales, reduce las oportunidades de revitalización. Las leyes de reconocimiento oficial no siempre se convierten en políticas aplicables, lo que agranda la brecha entre el discurso institucional y la realidad de la comunidad.

Ante esta situación, es importante resaltar la urgencia de incorporar elementos culturales y lingüísticos en la educación de profesores y en las universidades. Hacer visible el aymara como un componente fundamental del legado cultural andino es crucial para asegurar su preservación.

Una lengua viva que se resiste al olvido

El lenguaje aymara va más allá de ser solo un medio para comunicarse; es una cosmovisión, una manera de percibir el mundo, y un vínculo directo con las raíces ancestrales de millones de personas andinas. Su conservación requiere tanto un esfuerzo institucional como un reconocimiento social de su importancia.

En un contexto de globalización y homogeneización cultural, la defensa de lenguas como el aymara constituye una afirmación de diversidad y resistencia. Su futuro está ligado a la capacidad de las comunidades, los gobiernos y las instituciones educativas para actuar de manera coordinada en su rescate y revitalización. Como reza un conocido dicho en lengua aymara: Nax jiwäwa. Akat qhiparux waranq waranqanakaw kutt’anïxayo moriré, pero mañana regresarán millones.

Por Otilia Adame Luevano

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